domingo, 1 de febrero de 2015

Life is an unstoppable train missing out on suicides

Setting sun and no questions to be made now.
We have reached what is known as an unstoppable end.
A train going so fast that it missed out so many suicides.
And now you're holding someone else’s hand,
there’s nothing I can do to stop these thoughts.
It was always you who found my missing socks
and now I’m not wearing a pair,
you’re not touching my hair.
I’m here and you’re there
and there’s nothing we can do.
Cause magic is also temporary and if you think that’s sad,
look at your mum and dad,
that’s all the answers you’ll ever get.
And please whatever you do, don’t forget
how nice it felt to sleep together while it rained.

Heart skipped a beat



Paula recorrió todas las calles buscándola y no la pudo encontrar. Días incontables, noches interminables, su respiración era cada vez más entrecortada y dificultosa, sentía que le quedaba poco tiempo para continuar. Sentía que las razones se le escapaban entre los dedos, sentía que no sentía nada ya.

Su rutina era siempre la misma. Se levantaba de la cama de un salto, luego de una noche de insomnio tortuoso, con ojeras que llegaban a la planta baja de su edificio prácticamente. Se acercaba arrastrándose con poca energía hacia la cocina, para tomarse una o dos tazas de café que la ayudarían a continuar con su día. Se sacaba la remera vieja que Andrea le había dejado, remera que ya no tenía su perfume, pero Paula todavía lo podía oler con sólo tenerla puesta. Se ponía alguna de sus prendas con meses ya sin lavar, ya que no hacía nada más que buscarla hacía mucho tiempo, y salía a la calle a continuar con la ardua busca, que parecería nunca terminarse.


Había puesto carteles por toda la ciudad con su foto y un corto poema que escribió una noche con tantas lágrimas en los ojos que le había costado descifrar ciertas partes para reescribirlo y reproducirlo en cada calle de Rosario. Cada vez que pasaba por la rivera, tenía que detenerse a mirar, escuchando Heart skipped a beat de The XX, que la hacía llorar un poco y recordarla tanto que le temblaban las piernas y le costaba continuar. Pero estaba decidida a encontrarla, estaba completamente segura de que ese momento iba a llegar y la abrazaría tan fuerte que no le daría tiempo a decir nada, ese abrazo bastaría para no soltarse nunca más.


Todos los días sucedía lo mismo, el momento en el que sol se ponía, se desesperaba y entraba en una crisis casi irrefrenable. Perdía un poco las esperanzas y tenía que sentarse en la calle a esperar que su ataque de ansiedad se terminara, porque no podía volver a su casa sintiéndose derrotada, acompañada de tanta soledad insoportable. El silencio se volvía agobiante y cada día se volvía más duro para Paula, pero siempre recobraba el aliento y un poco de fuerzas para levantarse y volver, para al siguiente día volver a empezar todo de nuevo.

Andrea se había ido hacía tres meses ya, sin decir absolutamente nada, sin dejar una carta, sin dejar ni una sola señal, ni ningún objeto personal atrás más que la remera que Paula hacía tres meses ya, usaba todas las noches para poder dormir y aún así, hacía tres meses que no lo lograba. Nunca pudo entender cómo alguien podría irse así, sin decir nada, sin explicar, sin siquiera darle un último beso. Pero había algo que le costaba aún más entender, cómo era que ella no se sentía incompleta sin Paula. Hacía tres meses ya que se sentía tan vacía luego de su partida, que no pudo hacer nada más que buscarla incesablemente, para volver a sentirse completa otra vez.


Al día siguiente comenzó otra vez con su triste rutina, esta vez fueron tres las tazas de café que tomó, se sentía particularmente falta de energía ese día. Volvió a recorrer las calles, volvió a pararse frente al río y llorar como todos los días, volvió a no encontrarla a la puesta del sol. Y cuando llegó la noche esa vez y la ansiedad volvió a aparecer, esa vez una mano se extendió para sacarla de su soledad infinita y la invitó a tomar un café. Viéndola en llanto, le dio un pañuelo de papel y le prestó su abrigo, ya que el invierno había llegado, pero Paula no parecía haberse enterado.

Mientras tomaban un café, Pablo le preguntó si había ponderado la posibilidad de que Andrea se hubiera ido de la ciudad y lo que es peor, de que se hubiera ido con alguien más. Paula alejó la taza de café y rompió en llanto nuevamente. Miró a Pablo a los ojos y le dijo que todas las noches ponderaba todas las opciones, pero que no podía hacer más que buscar, porque sentía que era lo único que le daba fuerzas para seguir, su única misión. La idea de que Andrea nunca volvería la enloquecía. Pablo la miró a los ojos y le dijo que tenía que empezar a aceptarlo, ya era demasiado tiempo el que había pasado, se había alejado de todos sus amigos, perdido su trabajo, sus ahorros se estaban acabando y no estaba logrando absolutamente nada con esa locura. Paula se levantó y se fue, dejando a Pablo en el café. No podía seguir escuchando lo que ya sabía y tanto la ahogaba.


Llegó a su casa y se puso la remera una vez más, que se estaba deshilachando ya, tanto como se deshilachaba Paula. La esperanza de que la podría encontrar era el motor que la ayudaba a seguir, entonces fue así como intentó dormir. Se levantó con menos energía que nunca y se acercó a la cocina para prepararse tres o cuatro tazas de café, cada día eran más, era indirectamente proporcional con la cantidad de fuerzas que le quedaba. Pero cuando entró a la cocina, se encontró con una taza de café ya preparada y Andrea sosteniéndola. Pasó sus manos por sus ojos para aclarar su vista, no podía ser cierto que ella estuviera allí, frente a sus ojos, en su cocina. No podía ser verdad, tenía que ser un sueño. Se tiró a sus pies a llorar, eran tan pequeños como los recordaba, con las uñas siempre de color esmeralda. Su pelo estaba más corto, pero tan despeinado como siempre y seguía manteniendo esas ojeras hermosas que la hacían tanto más hermosa para ella. Cada peca la tenía contada y parecían estar todas en su lugar y el tatuaje del búho en su hombro parecía un poco más descolorido, pero seguía recordándole al día más hermoso de su vida que habían compartido juntas.


Tenía puesta una remera de The Velvet Underground, que era la banda favorita de ambas, se habían conocido en su recital en Berlín muchos veranos atrás. Que tuviera esa remera puesta tenía que significar que había vuelto por ella, que todo volvería a ser igual. Se levantó del suelo para abrazarla, pero Andrea dio un paso atrás, apoyó la taza de café en la mesada y caminó hacía el living con la cabeza gacha. Empezó a caminar en círculos y eso no podía ser una buena señal, ya que siempre hacía eso cuando no tenía una buena noticia para comunicar y no sabía cómo comenzar. La vez que la había engañado con esa mesera del bar al que fueron una noche a ver una banda under fue exactamente igual. Andrea comenzó a caminar en círculos mirando al piso antes de comenzar a decírselo, porque no sabía cómo ni por dónde empezar. También fue así cuando le dijo que había gastado gran parte de sus ahorros conjuntos en cocaína, porque no sabía cómo parar. Y finalmente hizo exactamente lo mismo la noche anterior a desaparecer, pero esa vez no dijo nada.


Paula fue al living y se sentó en el sillón, esperando que Andrea soltara al menos una palabra, pero no dejaba de dar vueltas. Tantas vueltas dio, que Paula empezó a sentir nauseas y a marearse, pero no quería decir nada, porque realmente quería escuchar lo que Andrea tenía para decir. Entonces, a pesar de los mareos, continuó mirándola dar vueltas en círculos. Luego de un rato, le encontraba un ritmo a sus pisadas, le encontraba un sentido, y aún si el silencio era desgarrador, se volvía un remolino de sensaciones que la llevaban a un lugar al cual no había ido nunca hasta ese momento. Verla a Andrea caminando en círculos la hizo recordar cada día de esos tres meses que pasó en vela, caminando por las calles como zombie buscándola. Recordó cada lágrima derramada, vio la remera deshilachada que tenía puesta y se vio como en un espejo, rota, sucia y sin color casi. Cada círculo que Andrea hacía con sus pasos, era un círculo en el que Paula había quedado encerrada todos esos días y entendió entonces, que Andrea representaba eso en su vida, un círculo interminable con el que tenía que romper, porque su partida había sido tan dura que su presencia ya no era más que una mentira en la que se quedaría encerrada si continuaba esperándola. Sintió que Andrea iba a pronunciar la primera palabra, porque levantó la vista y dejó de caminar en círculos y entonces Paula, se sacó la remera toda rota de Andrea y la dejó en la mesa. Andrea se quedó observando sus senos un rato largo, aún habiéndose ido hacia tanto ya, no podía resistirse a la belleza de Paula. Bastaba con verla desnuda para quedarse hipnotizada. Paula se fue al cuarto en busca de ropa limpia y se cambió, mientras que Andrea se quedó en el living mirando la remera.





“Me enteré que me estabas buscando”, dijo Andrea desde el living. Paula salió del cuarto, tómo su cartera, las llaves y se dirigió a la puerta sin pronunciar ni una palabra. “A dónde vas? No querés saber por qué me fui?”. Salió por la puerta Paula sin responder, entendiendo esta vez que no necesitaba razones, no necesitaba absolutamente nada de Andrea ya. No podría encontrar en ella lo que le faltaba, ya que sólo la retrasaba y tantos días había perdido, tanto tiempo se había perdido y sólo le quedaba encontrarse otra vez. Todos esos meses, todos esos carteles buscándola, cuando en realidad sólo se estaba buscando y no se encontraba. Y ahora no podía estar segura de haberse encontrado, pero sabía cuál era el camino que no tenía que tomar y sintió una paz que en tanto tiempo no había sentido, sintió que sabía hacia dónde tenía que caminar. Cuando nos acompaña nuestra soledad, tenemos que entender que no estamos solos, sino acompañados de lo más importante que alguna vez vamos a tener.